Desesperado y solo

El cementerio, allí era el mejor lugar para un ser como yo; solitario como siempre, como debía de ser.

No era la primera vez que paseaba por aquel cementerio, aunque nunca en el reino espiritual, en la guerra siempre había sido mi lugar de reposo habitual. Nadie combatía en los cementerios... Hasta que llegaron los Sárafan...

Me materialicé, esperando poder aclarar las ideas. Había mentido a Zalafia para que no me siguiera, no iba a destruir los pilares... Por el momento. Tenía un plan medianamente seguro para acabar con el Monstruo y así lo haría.

Zalafia estaría a salvo sin mí, además ya tenía a su nuevo hermano consigo, que les fuera bien, me daba igual. Seguí caminando por el cementerio mientras pensaba en como dar con mi nuevo objetivo

Necesitaba información sobre un guardián pero... ¿quien podría darme algún indicio?
Recordaba aquel momento, cuando los vampiros se declararon vencedores... Un poco antes de que decidiese revelarme contra los vampiros alados, dijeron que habían creado un arma poderosa, capaz de absorber la sangre de sus victimas y hacer a su portador casi indestructible... Y pusieron al cargo a un guardián, no perteneciente al circulo de los nueve, para custodiarla. Si daba con ese arma, ese... Ulquiorra, monstruo, ya no podría conmigo.

Obtendría venganza y recuperaría el corazón de Ryuken... Pero ¿donde hallar algo tan importante y...?
Algo se movía, no muy lejos de mi posición; fui en su busca.

Antes, en mis cavilaciones, había pensado en como los Sárafan habían profanado hasta los cementerios, cabe decir que me sorprendí sobremanera el encontrarme a un grupo de ellos de nuevo, en un lugar tan importante para mí...

Tuve que centrarme, avancé hasta ellos; rápidamente me rodearon llamándome demonio. Claro, estos no eran simples humanos, estos habían sido entrenados para matar y destruir.
Respiré hondo y me tranquilicé.

- desearía obtener información, por las buenas a ser posible - les dije

ellos alzaron sus armas en mi contra

- está bien, vosotros lo habéis querido -

Me desperté y volví en dirección al cementerio, ya que me había propuesto visitar el pueblo de Uschtenheim, cuando entre vi un grupo de sarafan, curioso los seguí. y oí toda la conversación con el espectro, parece que el no tenía culpa del combate, decidí ayudarle aunque eso supusiese pelear contra mi propio pueblo, ademas tampoco les conocía. Deje mi arco apenas con flechas apoyado encima de una lapida pequeña, desenfunde mi espada y ataque al que estaba dándome la espalda, como estaban en grupo la mayoría se sorprendieron y me miraron, lo que el espectro aprovecho.

les clavé mis garras en el pecho a dos de ellos que se giraron en pos de su compañero; quedaban tres que se enfrentaron tanto a mí como al humano - ¿que hace alguien como tú ayudándome? - le dije, pero estábamos enfrascados en la batalla por lo que no respondió. Uno de ellos cargó contra mí, con la espada al frente; con un ligero movimiento giré y le partí el brazo, arrebatandole la espada. Le corté la cabeza con ella.

El humano luchó bien y por sus movimientos supuse que era uno de ellos, solo los Sarafan sabían luchar de esa manera.

juntos terminamos con ellos, aunque terminé herido en el hombro izquierdo, una herida no muy importante. Vi que no solo había traído su espada sino que había abandonado un arco. Me desmaterialicé ante sus ojos y cayó la espada robada. Aparecí detrás suya, sin herida alguna y apuntándole con su propio arco.

Ya llevaba bastante combates y muertes últimamente, maté a los dos últimos que habían ido a por mi, lo cual me costo un rato, todavía dolorido del combate anterior, cuando lo conseguí miré en la dirección en la que estaba luchando el espectro y me encontré solo con la espada que les había robado a mis compañeros.

Perplejo escuche el sonido de mi propio arco tensándose a mi espalda, enseguida me di cuenta de lo que pasaba, los espectros podían pasar del mundo material al espiritual y viceversa, anonadado le dije. - Que estas haciendo espectro, te acabo de salvar la vida, matando a gente de mi propio pueblo, si solo con eso no puedes confiar en mi, te diré que mi nombre es Mansold y que solo viajo por el mundo, no tengo nada contra ti, te ruego bajes el arco y me digas tu nombre.

Matarle, lo deseaba... Tensé un poco más el arco, pero finalmente lo bajé. - viajas matando como todos los demás Sarafan y a los de tu especie también... Eso te salva de que yo mismo acabe con tu vida, ¿por qué me has ayudado? -

- He oído la conversación que has mantenido con ellos y e pensado que no tenían ninguna razón para atacarte y que tu no buscabas entablar ningún combate con ellos, por lo que e pensado que debía luchar de tu lado. Por otra parte, la gente de mi pueblo no me a caído muy bien nunca, pero si hubieras empezado tu la pelea, seguramente habría luchado contra ti. - le respondí mientras bajaba el arco yo enfunde mi espada y espere su respuesta.

Desvié la mirada del Sarafan al arco, me gustaban aquellas armas humanas, me eran interesantes y aquella fue la segunda vez que podría usarlo. La primera vez fue antes de la guerra, un cazador en busca de una presa que se encontró de cara con un depredador peor...
Busqué a toda su familia, siguiendo ingeniosamente a todo aquel que hubiese oído hablar del "gran cazador". Mujer, hijos, perros de caza... Descargué contra ellos, todas las flechas que le quedaban antes de yo beber su sangre.

El Sarafan al parecer esperaba algo por mi parte - ¿que quieres?, que haya bajado el arma no significa que la vaya a soltar - le dije. vi algo detrás suya y volví a tensar la cuerda, ni se movió cuando disparé la flecha y dio a un mercenario en el ojo derecho.

- tienes agallas - cogí otra flecha, solo le quedaban cinco a lo sumo - te están siguiendo los mercenarios ¿por qué?, es imposible que vengan tras de mí, para ellos yo estoy en el exilio -

- Resulta que el otro día estaba cerca de los pilares para verlos y vi a un vampiro peleando contra un grupo de sarafan, los mato enseguida, iba a decirle algo, pero después de matarlos a ellos no estoy seguro de como reaccionaría al verme. - Yohans torció el gesto cuando nombre pilares y vampiro, interesante, quizás me sirviese para algo la información - Por lo visto los mercenarios con los que había estado hace unos meses me vieron y me han tachado de traidor por no ayudar a los de mi propio pueblo, aunque no tenía nada contra ese vampiro.

Me senté en el suelo, necesitaba descansar un poco, aún no había asimilado tantas muertes a mis manos.

Los pilares, serían inamovibles pero ¡como salían en todas las conversaciones!

- bueno pues que bien te vaya, si fuese por mí te mataba - le respondí, tensando el arco hacia el cielo - eso sí necesito respuestas, tú, como noble Sarafan que eres tienes que saber quién es el décimo guardián, el protector del arma, - disparé una flecha que se perdió entre las nubes - a menos que seas un renegado... -

- Pues resulta que soy un renegado, escape de la fortaleza sarafan hace un año más o menos con lo puesto, eso si, antes de ayer estuve en los pilares y no vi ni un solo guardián de los que se mencionan en los libros, lo cual torció mucho mis planes. - quizás había hablado demasiado. - Por cierto ¿no sabrás de algún pueblo por aquí cerca?, necesito provisiones.

- si eres un renegado, no te necesito para nada, pues los demás no te habrán enseñado nada; un ignorante viajero... Espero que ese libro que dices te sirva para llegar al único pueblo humano que hay cerca, Uschtenheim - me dispuse a marcharme, con su arco y las flechas conmigo - por cierto... me dí la vuelta un momento- He fallado por poco quería que lo supieses - eso le extrañó, luego se percató de un fino silbido de algo que caía.

La flecha calló muy cerca de sus genitales

Asustado observé la flecha, no sabía que hacer a continuación, sin mi arco estaría impotente, y ese espectro parecía tener intención de llevárselo consigo, tenía que pensar en algo, rápido.

- Espera, dime tu nombre al menos, tu sabes el mio. No me gustaría tener que dirigirme a ti con espectro.

- pues así será me temo - reí, en el fondo me daba pena; - te guiaré hasta Uschtenheim, me temo que el camino del cementerio hasta allí a cambiado mucho desde la guerra ¿te vale? - No me gustaba tener que cargar con un ser inferior pero, no me quedaba otra.

- Por mi no hay problema, me levanté del suelo y le entregue la flecha que me había lanzado, si no quieres que nos quedemos sin ellas, sería mejor que las recogiéramos de los cadáveres de los perros que tenemos delante. - Empezaba a arrepentirme de haber salvado a ese espectro, su tono de superioridad, su liderazgo, desde luego tampoco habría tomado combate en su contra, pero le tendría que haber dejado que se las apañase el solo.

Recogí la flecha y fui a entregársela. Parecía haberle tomado cariño al arco, pero para cuando estuviésemos en Uschtenheim, compraría otro y nuevas flechas, se me habían acabado las provisiones, pero no el dinero que me lleve de la fortaleza.

- no necesito más flechas que las que hay - le dije, aunque guardé la que me dio pues en el fondo tenía razón - no creo que nos ataquen por el camino... Repito, creo - echamos a andar - parece que no te gusta matar, cosa que no entiendo, es como si sintieses piedad por tus víctimas; lo he notado por tus momentáneos cansancios ¿remordimiento tal vez? - sonreí maliciosamente.

Ese espectro era listo, me dio de lleno, no pude detener el gesto de mi cara y lo peor de todo, ¡Aún no me había dicho su nombre! Como había llegado a esa situación, vale, lo dejaría en que le había salvado porque acababa de despertarme y aún no pensaba con claridad. No tenía más remedio que aguantarle hasta Uschtenheim, de ahí en adelante esperaba no tener que volver a verle, por eso no me gustaban las personas... espectros, vampiros, ¡Da igual!

- Si, tienes razón, pero no me avergüenzo de ello, al menos cuando tengo que hacerlo lo hago, pero prefiero resolver las cosas sin tener que recurrir a la fuerza y menos a matar. - no se porque le estaba contando estas cosas, pero tampoco me importaba, seguramente no le volvería a ver después de llegar a Uschtenheim.

- mi com... Una vampiresa alada que conocí era igual que tú, solo mataba por la maldición de los hylden pero en verdad era una protectora de los humanos - me paré un minuto, había captado la presencia de más mercenarios - será mejor que nos demos prisa. Nos están observando, pero no corras, sigue como si nada y estate alerta, pronto saltarán - puso las manos sobre la empuñadura de su espada, afirmé con la cabeza - dime pues, ¿cual es tu objetivo viajero? -

Una pregunta franca y directa, confiaba lo suficiente en aquel espectro sin nombre... mmm, no.

- Pues mi verdadero objetivo... - No, ya vas mal, pero estamos rodeados de enemigos, sería también mala idea lo otro... Por Nosgoth, se lo contaré, después de todo es solo un espectro sin nombre al que abandonaré en Uschtenheim. - me gustaría que en Nosgoth todas las razas pudieran convivir como antes, eso si, los hylden, no.

Aunque ahora que lo pensaba nunca había tenido a nadie con una relación tan cercana. ¿Cercana? Si no se ni su nombre, bueno eso será lo de menos, quizás ni siquiera tenga uno, a lo mejor los espectros olvidan su pasado.

me paré en seco, mis labios temblaban al escuchar dichas palabras, me doblé sobre mí, hacia delante. Sabía que nos seguían y que no deberíamos parar pero no podía con mi cuerpo. Comencé a reírme con ganas.
- otro... otro iluso jajajajajaja... Otro más... - no podía parar de reír. Le miré a los ojos. Iba muy enserio, me reí con más fuerza, aquello le sentó mal.

- vale... Vale... - intenté tranquilizarme - ¡uff!, no me había reído tanto desde la guerra... Escucha, no te lo tomes a mal pero tu objetivo es... Imposible, pero que vamos, no eres el único que así lo desea... Tenéis una fe todos... Que envidia - seguimos caminando

aghhhh. Me saco de quicio, todos igual, estaba acostumbrado, pero aún así..., tenía varias cosas planeadas, pero eso me lo reservaría para mi mismo, solté lo primero que me vino a la cabeza, el último plan que tenia por si fallaban todos los demás.

- Así que según tu no es posible y soy un iluso. - A ver si esto te dejaba las cosas un poco claras, hasta donde estaba dispuesto a llegar. - Pues lo único que necesito es eliminar la maldición de los hylden a los demás vampiros y si para ello tengo que destruir los pilares y a los hylden después de ellos, lo haré.

Lo dije muy convencido es verdad, pero no esperaba su reacción. Se paró en seco, estaba blanco, lo que un espectro puede claro, que escondía ese espectro un secreto sobre los hylden, sobre los pilares, sobre la maldición, había encontrado algo y no iba a dejarlo pasar.

Increíble, ahora sí que no me carcajeé de aquel Sarafan; estaba dispuesto a destruir los pilares... Como yo.

Sin mediar palabra, le devolví el arco y el carcaj con las pocas flechas que quedaban.
Seguí caminando.

Me, devolvía, el arco, ¿Pero que, ahora tenía su respeto?, era raro, ese cambio súbito, da igual, había recuperado el arco, me le até a la espalda. Tenía sueño, pensé en dejar para más adelante la conversación y aprovechar el respeto que había obtenido de ¿mi compañero de viaje?

Para no mostrar mi debilidad decidí no dar muestras de cansancio, además aún nos seguían los mercenarios, tenían bastante odio hacia los espectros, bueno y hacia los vampiros, que demonios hacia todo el mundo eran mercenarios.

Decidí comenzar de nuevo hablando de algo más relajado. - A lo mejor tendríamos que alejarnos un poco del camino, no creo que las demás razas de Nosgoth nos tengan apreció a ninguno de los dos, ya tenemos a un grupo de mercenarios detrás, mejor no quedar entre dos bandos. - y para aligerar la situación. - Una cosa que siempre me e preguntado, ¿los espectros tenéis frío, hambre, sentís algo? - Suponía que si dado que le había afectado la conversación anterior, pero después de una vida entre libros, las viejas curiosidades no mueren y el silencio no me gusta.

- sentimos dolor, rabia, agonía... Prácticamente lo que se siente en vida - Respondí, aunque recordé mi combate en los pilares y quise rectificar - aunque sí que se puede sentir frío, de una única manera - eran tres mercenarios, no cabía duda. Me desmaterialice y avancé hasta unos árboles, donde debían de hallarse y cambié de plano. Los mercenarios salieron de sus posiciones espantados. Uno tenía un arma de fuego, ya había sufrido su puntería cuando era un vampiro, eran criminales.

Los otros dos tenían espadas

- no podemos salirnos del camino, acabemos con ellos y punto - le dije al Sarafan, poniéndome en guardia.

A mi nuevo compañero no le izo mucha gracia tener que volver a pelear, enserio odiaba hacerlo, pero las cosas en Nosgoth era así. O luchas o mueres.

Le dejé a los dos que tenían espadas, podría ser peligroso que le diera el otro, las balas a mi no me matarían. Justo, me dio de lleno al primer disparo, luego esquivé el segundo y le aplasté la cabeza con las garras.

Vi que mi nuevo compañero amagaba, sin proferir heridas a sus oponentes - déjate de remordimientos, son enemigos - le dije, ayudándolo. Se distrajo con mis palabras y apunto estuvo de perder un brazo; pero le tiré al suelo y le estampé contra un árbol de una patada. El Sarafan se levantó rápidamente y traspasó la espalda del otro mercenario con su espada.

El Sarafan estaba agotado. - descansemos si lo necesitas, es mejor tener a un guerrero con energías renovadas; Creo que dejaré mi búsqueda del guardián del arma hasta que el destino decida que puedes seguir tu camino con normalidad -

- así que buscáis al décimo guardián - dijo el mercenario que había mandado lejos, volvía a encararse contra nosotros - el guardián de la segadora es mucho más poderoso que vosotros -

- la segadora de almas - dije con una sonrisa - así era como se llamaba aquel arma, gracias por el recuerdo - corrí hasta él, le quité la espada y la lancé lejos. Le levanté del suelo, cogiéndole del cuello - ¿que sabes de dicho guardián?, ¡¿donde se esconde?! -

- yo... No lo se... - dijo - pero en... Uschtenheim... -

- entiendo - le partí el cuello - mi destino está en el mismo lugar al que tu vas, Sarafan, no se si por suerte o por desgracia, aun así, descansemos -